HOY...

COMPRENDER AL CORAZÓN

Era un matrimonio que, en apariencia eran felices, pero no sin saber  como su relación  acabó en separación.

En opinión de todos los que les conocían nada podría separarlos. El problema es que las parejas tienen una intimidad que nadie conoce. Es fácil juzgar a los demás, pero que difícil entender el mundo de significados que viven.

Su relación se había convertido en una tragedia sin final, discutían por todo y cada día se ofendían y se humillaban más. El propósito era demostrar que la otra parte estaba equivocada y que coincidían en pocas cosas. Sus buenos momentos eran cada vez más escasos.

Claro que hay motivos para amar y motivos para dejar de hacerlo. Todo es por convergencia y, con mayor o menor participación, ambos contribuyeron a destrozar su relación. Escuchando a cada uno, por separado, se escuchaban las barbaridades que decía del otro, de tal manera que era imposible comprender como se podía vivir en aquellas condiciones. Un buen día, en un restaurante, estaban alterados, ansiosos, como gallos de pelea a muerte. Sin más, él se puso en pie y abandonó el lugar. Ella se quedó mirando la copa y una lágrima caía por la mejilla.

Ambos querían, con terquedad, que la otra parte cambiara y puede que ganaran la batalla, pero perdieron el corazón. Lo construido en tanto tiempo, se vino abajo en segundos, se destruyó. Cuando la razón se impone al corazón, se acaba el amor, se corre el riesgo de que la lógica acabe con la ilusión y, sin más, justificando con fundamentos las decisiones, se nos olvida que la primera manifestación del amor es la fuerza, el valor de luchar con nosotros mismos por lo que amamos. 

Tenemos que buscar el crecimiento positivo de la otra parte. Mientras no intentemos comprender al otro, no habrá perdón y el amor se irá. Comprender es amar y amar es perdonar. Virtud fácil de explicar, difícil de aplicar, que solamente se logra entendiendo el mundo del otro. Si nos esforzamos en comprender, lograremos no sólo conservar, sino acrecentar nuestro amor.