EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

jueves, 16 de mayo de 2013

HOY...

UN CAFÉ Y UNA SONRISA


Vamos a contar una experiencia de una mujer para comprender que la felicidad no es una estación de llegada, sino un modo de viajar...

Soy una madre con tres hijos de 14, 12 y 3 años, y recientemente terminé mi carrera universitaria, sacada en clases nocturnas..
La última clase que tomé fue la de Sociología. La profesora estaba muy inspirada en las cualidades que yo deseaba ver, con las cuales cada ser humano había sido agraciado.
Su último proyecto fue el titulado "SONRIE". Pidió a la clase que saliera, le sonriera a tres personas, observara sus reacciones y las describiéramos  en un documento.
Yo soy una persona muy amistosa y siempre sonrío a todo el mundo y  saludo con "hola", por lo que pensé que esto sería "pan comido", literalmente.
Tan pronto nos fue asignado el proyecto, mi esposo, mi hijo pequeño y yo fuimos a un McDonald's una fría mañana de Marzo para compartir un tiempo de juego con nuestro hijo.
Estábamos en fila para ser atendidos cuando, de repente, todos se hicieron hacia atrás, incluso mi esposo. Yo me quedé parada y un abrumador sentimiento de pánico me envolvió al darme cuenta de que pasaba. Percibí un olor a "cuerpo sucio", y junto a mí observé que estaban parados dos hombres con ropa harapienta; cuando miré al más pequeño de ambos, éste sonreía, sus hermosos ojos azules estaban llenos de una luz divina buscando aceptación.
Dijo "buen día", mientras contaba las pocas monedas que tenía. El segundo hombre manoteaba junto a su amigo - con claros síntomas de ser deficiente mental - y el hombre de ojos azules era su salvación. Apenas pude contener las lágrimas, la joven del mostrador preguntó que quería y el dijo: "Café, es todo señorita". Era todo lo que podía pagar con el dinero que tenía. Para sentarse en el lugar y amortiguar el frío era necesario consumir.
Sentí todas las miradas en mí, esperando y juzgando mi acción. Sonreí y le pedí a la chica del mostrador que me diera dos desayunos más  en bandejas separadas y caminé hacia la mesa donde estaban los dos hombres sentados, puse las dos bandejas sobre la mesa y agarré la fría mano del pequeño hombre; el me miró con lágrimas en los ojos y me dijo "Gracias". Di palmaditas en su mano y le dije: "No lo hice por ustedes, DIOS está aquí actuando a través de mí para darles esperanza".
Comencé a llorar mientras me dirigía a la mesa donde estaban mi marido y mi hijo, al sentarme mi marido me cogió la mano, sonrió y dijo: "Es por eso que DIOS te dió para mí, cariño, para darme esperanza."
Nos tomamos las manos por un momento y, en ese instante, supimos la Gracia con la que fuimos bendecidos al ser capaces de dar.
Regresé a la Universidad con esa historia en la mano. Entregué mi proyecto y la instructora lo leyó, me miró y preguntó: ¿Puedo compartir esto?, yo asentí mientras ella pedía atención a la clase. 
Comenzó a leer y me dí cuenta que nosotros, los seres humanos, siendo parte de Dios, compartimos esa necesidad de sanar a la gente y ser sanados. A mi manera, se lo hice sentir a la gente del McDonald's, a mi esposo, hijo, a la profesora y cada alma del salón de la clase, en esa última noche como estudiante.
Me gradué con una de las lecciones más impresionantes que jamás hubiera aprendido:
ACEPTACIÓN INCONDICIONAL.

No hay comentarios:

Publicar un comentario