EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

jueves, 13 de noviembre de 2014

HOY... ESCUCHAMOS

LA VOZ DEL CORAZÓN


Muchas veces las personas nos hablan con la voz del corazón  pero, ensimismados en nuestro propio mundo no escuchamos. Veamos este relato real.
En la clínica de un famoso neurocirujano cardiólogo, entra la secretaria en sus consultorio y le anuncia que un viejecito, muy pobre, deseaba consultarle, recomendado por un médico de un hospital público.
El médico dice que hablara con él una vez terminada sus consultas con clientes de cita.
Después de dos horas de espera, el médico recibe al anciano y éste le explica la razón de sus visita: -"El médico del hospital público me ha enviado a usted porque únicamente un médico de su prestigio podría curarme de mi problema cardíaco y, en sus clínica, hay equipos suficientes para llevara acabo la operación".
El médico ve los estudios y coincide con su colega del hospital. La pregunta al anciano con que Compañía de Seguros se haría operar. Este le contesta... "Ahí está el problema Dr., yo no tengo seguro social y tampoco dinero Como ve soy muy pobre y para peor, sin familia,,,Lo que pido, sé que es mucho, pero tal vez si sus colegas y usted pudiera ayudarme..."
El médico no le dejó terminar la frase. Estaba indignado con su colega del hospital público. Lo envió de regreso con una nota explicándole que su 'Clínica era privada. y de mucho prestigio , por lo tanto no podía acceder a su pedido'. Él había estudiado y trabajado duramente durante estos años para abrir su clínica y ganar el prestigio y los bienes que tenía.
Cuando el anciano se retiró el médico se percató de que éste había olvidado una carpeta con unas poesías y una frase que le llamó mucho la atención. Decía: " el órgano que mejor habla es el corazón ". Al médico le gustó mucho esa frase y más por quién la firmaba, Hermógenes Fauvert. Esto le hacía recordar su juventud, en primaria, donde la maestra les enseñaba poesía y cuentos infantiles. En la secundaria, la profesora de Literatura también hacía lo mismo y fue con una de ellas, al dedicarla a una de sus compañeras, se enamoró y fue sus primera novia. Y muchos de estos cuentos y poesías  eran de ese hombre. ¡Cómo olvidar esto si era de lo mejor de sus infancia! 
A la semana siguiente, al finalizar la jornada, la secretaria entró en el consultorio con el periódico vespertino y compungida le dijo al médico, - "¿Se ha enterado doctor? Hoy han encontrado muerto a Hermógenes Fauvert en un banco en la plaza del Ayuntamiento, tenía 88 años el pobre". El doctor suspiró de pena y contestó: - "Hombres como él no deberían morir nunca. Que Dios lo tenga ne paz, me hubiera gustado conocerlo".
- Pero ¡cómo! ¿no lo recuerda?, le dice la secretaria y mostrando la fotografía del periódico le dice:- "era el pobre viejecito que vino la semana pasada a consultarle. Era un conocido escritor, solitario, y bohemio. No tenía parientes y..." El  médico no dejó terminar la frase, le pidió que se retirase y sentándose con los brazos cruzados en el escritorio, lloró.
Lloró como nuca lo había hecho, como el niño que llevaba escondido en su alma. Largo tiempo estuvo en silencio en su consultorio. Luego, mientras se secaba las lágrimas, sacó delicadamente la imagen de Cristo que estaba debajo del cristal y, después de besarla, la guardó en un cajón mientras decía: "Perdón, Dios mío, no soy digno de Ti, no soy digno de que me mires, todo lo que tengo, te lo debo, me enviaste a un pobre y me habló desde ele corazón. Yo lo escuché con el oído del egoísmo, mi vergüenza es grande, Perdóname Señor".
Con el correr de los años, la Clínica Hermógenes Fauvert, com ose denomina desde entonces, se hizo muy famosa. El médico habilitó un sector para pacientes sin seguro médico y él personalmente practica las operaciones.
¡Cuántas veces no nos ha pasado lo mismo a nosotros! Nos han hablado con la voz del corazón y hemos sido egoístas con nuestros hermanos.
Pídamosle a Dios no nos pase como a este médico, que habiendo curado tantos corazones, no había sabido "escuchar al suyo".

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