ERRAR EL JUICIO
Con
frecuencia al comunicarnos entre nosotros, interpretamos los mensajes en forma
muy distinta de lo que pretendía el vocero. Sucede esto porque hay palabras
que, teniendo varios significados, se aclaran por el énfasis y otras
circunstancias que las acompañan. De allí la necesidad de prestar una
inteligente atención a toda transmisión verbal.
Un
hombre viajaba muy tranquilo en su coche en una zona montañosa. Sucedió que al
entrar en una curva peligrosa, otro coche salía de ésta dando volantazos y
viniendo hacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a su lado casi rozando,
gritó su conductor: —¡Cerdo!
El
primer hombre indignado le respondió con otro insulto y continuó como pudo
entrando en la curva y una vez que estaba en ella se encontró de repente con un
enorme cerdo, que no pudo esquivar y al que golpeó saliéndose de la carretera y
quedando tirado en la cuneta.
Evidentemente
el conductor de los volantazos no quiso insultar al señor que se le cruzó,
sino, por el contrario, prevenirlo de un grave peligro. Estos errores en
nuestros juicios son más frecuentes de lo que pensamos. Es un llamado de
atención para no juzgar con ligereza y aturdimiento, porque podrían generarse
penosas y complicadas situaciones, especialmente si se refieren a la fama de
los demás. Jesús dijo al respecto: “No juzguen y no serán juzgados”.
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