SIMPLEMENTE ORAR
La
oración humilde y confiada es el poder que Dios pone en tus manos para que,
como un niño muy sencillo, le pidas lo que necesitas. Pero no debes suplicarle
con desesperanza, ni con una oración agitada, como si quisieras exigirle el
cumplimiento de tus deseos. A Dios hay que dejarle ser Dios y actuar con
libertad. Él te ama, y sabe lo que más te conviene.
Un
pobre campesino volvía del mercado al atardecer, cuando advirtió que no llevaba
su libro de oraciones. Estaba en un bosque y debía ajustar una rueda de la
carreta. El pobre hombre muy afligido oró así: “He cometido una verdadera
estupidez, Señor. He salido sin mi libro de rezos. Tengo tan poca memoria que
sin él no sé orar. De modo que voy a decir cinco veces el alfabeto muy
despacio. Tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y
formar las plegarias que ya no recuerdo”. Y Dios dijo a sus ángeles: “De todas
las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido sin duda alguna, la mejor. Una
oración que ha brotado de un corazón sencillo y sincero”.
La
oración simple y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos
enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les
ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no
podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier
servicio.
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