REPORTAJE AL PAPA FRANCISCO (III)
¿De noche puede descansar, se desconecta?
Yo tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me quedo
dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y leo
hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y ahí
quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico. Eso sí,
después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí me
saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y
también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento.
¿Qué lee antes de dormirse?
Ahora estoy leyendo sobre San Silvano del Monte Athos, un gran
maestro espiritual.
En la visita que realizó a Manila en el verano, habló de la
importancia de llorar. ¿Usted llora?
Cuando veo dramas humanos. Como el otro día al ver lo que ocurre
con los del pueblo rohingya, que andan arriba de esos barcones en aguas tailandesas
y cuando se acercan a tierra les dan un poco de comida, agua y los echan otra
vez al mar. Eso me conmueve profundamente, ese tipo de dramas. Después, los
chicos enfermos. Cuando veo lo que acá llaman "enfermedades raras",
que son producidas por descuido del ambiente, se me revuelve todo. Cuando veo a
esas criaturas le digo al Señor: "Por qué ellos y no yo". Cuando voy
a la cárcel también me conmuevo.
De los tres Jueves Santos que tuve, dos fui a cárceles, una vez
a una de menores y la otra a la de Rebibbia. Y después en otras ciudades de
Italia que visité fui a la cárcel, almorcé con ellos, y cuando estaba charlando
me venía a la cabeza: "Pensar que yo podría estar aquí". Es decir,
ninguno de nosotros está seguro de que nunca va a cometer un crimen, una cosa
digna de ser encarcelado. Entonces me digo por qué Dios permitió que yo no esté
aquí. Y siento dolor por ellos y le agradezco a Dios no estar, pero a la vez
siento que ese agradecimiento es de conveniencia también, porque ellos no
tuvieron la oportunidad que tuve yo de no hacer una macana digna de estar
encarcelado. Eso me lleva al llanto interior. Eso lo siento mucho.
¿Siente presión?
Las presiones existen. Toda persona de gobierno siente
presiones. En este momento lo que más me cuesta es la intensidad que hay de
trabajo. Estoy llevando un ritmo de trabajo muy fuerte, es el síndrome del fin
del año escolar, que acá termina a fin de junio. Y entonces se juntan mil
cosas, y problemas hay... Y después están los problemas que te arman, con que
dije o no dije... Los medios de comunicación también toman una palabra y por
ahí la descontextualizan. El otro día en la parroquia de Ostia, cerca de Roma,
voy saludando a la gente, y habían puesto a los ancianos y a los enfermos en el
gimnasio. Estaban sentados y yo pasaba y los saludaba. Entonces dije:
"Miren qué divertido, acá donde jugaban los chicos están los ancianos y
los enfermos. Yo los comprendo a ustedes porque también soy anciano y también
tengo mis achaques, soy un poco enfermo". Al otro día salió en los
diarios: "El Papa confesó que estaba enfermo". Contra ese enemigo no
podés.
¿Y está encima de todo lo que se publica?
No, no. Diario leo solamente uno, La Repubblica, que es un
diario para sectores medios. Lo hago a la mañana y no me lleva más de 10
minutos ojearlo. Televisión no veo desde el año 1990 (se toma el tiempo para
responder). Es una promesa que le hice a la Virgen del Carmen en la noche del
15 de julio de 1990.
¿Le gusta que lo cataloguen como el Papa pobre?
Si ponen después otra palabra, sí. "Pobre tipo", por
ejemplo... (se vuelve a reír con ganas). La pobreza es el centro del Evangelio.
Jesús vino a predicar a los pobres, si vos sacás la pobreza del Evangelio no
entendés nada, le sacás la médula.
¿No es utópico pensar en que se puede erradicar la pobreza?
Sí, pero las utopías nos tiran para adelante. Sería triste que
un joven o una joven no las tuviera. Hay tres cosas que tenemos que tener todos
en la vida: memoria, capacidad de ver el presente y utopía para el futuro. La
memoria no hay que perderla. Cuando los pueblos pierden su memoria está el gran
drama de descuidar a los ancianos. Capacidad de hermenéutica frente al
presente, interpretarlo y saber por dónde hay que ir con esa memoria, con esas
raíces que traigo, cómo la juego en el presente, y ahí está la vida de los
jóvenes y adultos. Y el futuro, ahí está la de los jóvenes sobre todo y la de
los niños. Con memoria, con capacidad de gestión en el presente, de
discernimiento y la utopía hacia el futuro, que ahí se involucran los jóvenes.
Por eso el futuro de un pueblo se manifiesta en el cuidado de los ancianos, que
son la memoria, y de los niños y jóvenes, que son los que van a llevarla
adelante. Los adultos tenemos que recibir esa memoria, trabajarla en el futuro
y darla a los hijos. Una vez leí algo muy lindo: "El presente, el mundo
que hemos recibido, no es sólo una herencia de los mayores sino más bien un
préstamo que nos hacen nuestros hijos para que se lo devolvamos mejor". Si
yo corto mis raíces y me desmemorizo me va a pasar lo que le pasa a toda planta,
me voy a morir; si yo vivo solamente un presente sin mirar la previsión a
futuro, me va a pasar lo que le pasa a todo mal administrador que no sabe
proyectar. La contaminación ambiental es un fenómeno de ese estilo. Tienen que
ir las tres juntas, cuando falta alguna un pueblo empieza a decaer.
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