LAS MANOS
No
tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero
frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Cuando el Dios de la
historia venga, nos mirará las manos.
El
hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la
oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y así que la primavera
lo encuentra sembrando. Pero no sembrando la primavera; sino sembrando la
tierra para la primavera. Porque cada semilla, cada vida que en el tiempo de invierno
se entrega a la tierra, es un regalo que se hace a la primavera. Es un
comprometer las manos con la historia.
Sólo
el hombre en quien el invierno no ha asesinado la esperanza, es un hombre con
capacidad de sembrar. El contacto con la tierra engendra en el hombre la
esperanza. Porque la tierra es fundamentalmente el ser que espera. Es
profundamente intuitiva en su espera de la primavera, porque en ella anida la
experiencia de los ciclos de la historia que ha ido haciendo avanzar la vida en
sucesivas primaveras parciales.
El
sembrador sabe que ese puñado de trigo ha avanzado hasta sus manos de primavera
en primavera, de generación en generación, superando los yuyales, dejándolos
atrás. Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas ha hecho llegar hasta
sus manos comprometidas, esa vida que ha de ser pan.
En
ese momento es fundamental el compromiso de siembra. Lo que ahora se siembra,
se hunde, se entrega, eso será lo que verdeará en la primavera que viene. Si
comprometemos nuestras manos con el odio, el miedo, la violencia vengadora, el
incendio de los pajonales, el pueblo nuevo sólo tendrá cenizas para
alimentarse. Será una primavera de tierras arrasadas donde sólo sobrevivirán
los yuyos más fuertes o las semillas invasoras de afueras.
Tenemos
que comprometer nuestras manos en la siembra. Que la madrugada nos encuentre
sembrando. Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con
desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer.
Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia
auténtica de la siembra la da sólo la tierra y su historia, y se llama cosecha.
En las mesas se llama pan.
Si
en cada tablón de nuestro pueblo cuatro hombres o mujeres se comprometen en esa
siembra humilde, para cuando amanezca tendremos pan para todos. Porque nuestra
tierra es fértil. Tendremos pan y pan para regalar a todos los hombres del
mundo que quieran habitar en nuestro suelo.
Si
amamos nuestra tierra, que la mañana nos encuentre sembrando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario