EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

sábado, 26 de marzo de 2016

HOY...

LAVARSE LAS MANOS


Dentro de la lectura de la Pasión en el día de Viernes Santo, nos aparece el tremendo diálogo que surge entre Poncio Pilato y Cristo. Es un diálogo intenso, duro, entre un funcionario de  Roma obsesionado por hacer cumplir la ley romana y un hombre que le reta diciendo que es Rey. Por eso, con ley en la mano no tenía ninguna justificación para cumplir lo que se le pedía, la crucifixión del reo. Sin embargo, a pesar de sus dudas se impone el burócrata frío y realiza un acto que ha sobrepasado el propio relato evangélico, se "lava las manos", como un gesto a medio camino entre la impotencia y deseo de acabar cuanto antes y tener, de alguna forma, la conciencia tranquila. La sensación de que ha hecho todo lo que ha podido, pero que el otro no quiere poner nada de su parte y ser así el único culpable de lo que ocurra en adelante. 
Los cristianos solemos ver en este gesto de Pilato una culpabilidad y lo denostamos por este acto. Con razón. El problema está en que desde entonces ha habido mucho lavatorio de manos y lo hay, en abundancia, hoy en día. Casi siempre como forma de justificación y desatendernos de asuntos que pueden ser complicados para nosotros. Así se elude la responsabilidad  y "tranquilizamos"  nuestra conciencia. Basta echar una mirada al mundo actual y ver cuánto Pilato hay suelto. Pongamos un par de ejemplos. Europa ha convertido sus fronteras en lugares impermeables, mirando hacia otro lado mientras en sus costas un día sí y otro también la tragedia no hace más que crecer. Nuestros mandatarios se escudan en datos, cifras y estadísticas, hay reuniones continuas y todos tratan de escurrir el bulto, pero lo que son soluciones, ninguna. En una Europa de raíces cristianas, de las cuales ahora renegamos, no queremos perder esa "comodidad" de la que "disfrutamos". El problema, sin embargo, no está solo ahí, está en la actitud bastante pasiva de los europeos (entre los cuales estamos), mirando hacia otro lado como si el problema no fuera con nosotros. Nos lavamos las manos.
Otro ejemplo, acabamos de vivir un brutal atentado en Bruselas. Como siempre en estos casos, solidaridad con las víctimas, deseo de que no se repita el caso, palabras de los gobernantes diciendo que van a mejorar la lucha y los sistemas de información para reducir en lo posible la posibilidad de que esto ocurra de nuevo. Minutos de silencio, flores en los lugares del atentado,... y así hasta la próxima. Pero ¿de verdad nos hemos preguntado por las causas del asunto y de verdad nos proponemos solucionarlo?  ¿O lo que hacemos es cumplir unos trámites morales y procurar que, en la próxima, a nosotros no nos toque?.  ¿Estamos dispuestos a pagar el precio que la solución  exige, a asumir nuestras responsabilidades y mancharnos con el trabajo a realizar? ¿O también nos lavamos las manos y dejamos que otros carguen con el trabajo duro? 

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