CUATRO CLASES DE PERDÓN
Se dice que puede haber cuatro clases de perdón.
Primero es perdonarse a uno mismo. Sucede que al no
ser todavía perfectos, hemos cometido hechos que nos humillan y avergüenzan y
pueden producir desilusión. Perdonarnos a nosotros mismos consistirá en aceptar
nuestra condición de ser humano. Aceptar con humildad que fallamos. Y así,
podemos seguir caminando, sin detenernos en el pasado lamentándonos. Así nos
liberamos de pretender obtener la perfección ahora mismo, sino caminamos en un
camino de perfección que se alcanzará en la Vida eterna por la gracia de Dios.
El segundo perdón, es el de perdonar a los demás.
Cuando no perdonamos a alguien, nos atamos a esa persona, perdiendo libertad.
Es un acto de caridad perdonar a los que nos hirieron. Además, si Dios nos ha
perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Acaso soy más grande de
Dios?
El tercero es perdonar a Dios. No es que Dios se
equivoque, sino que en ocasiones somos nosotros, que por nuestra ignorancia y
orgullo, le echamos la culpa injustamente a Dios y creemos que nos ha fallado,
que se ha olvidado de nosotros, cuando realmente nunca ha dejado de amarnos y
de ver por nuestro mejor bien. Si estamos enojados con Dios, habría que cambiar
de actitud y dejar de ser necios, porque Él quiere siempre lo mejor para
nosotros. “Perdonarlo” significará reconocer su bondad y nuestro desatino al
enfadarnos.
Y el cuarto perdón es el de Dios. Muchas veces le
fallamos a Dios. Y aunque es juez, la Justicia misma, más que juzgarnos, nos
perdona cuando se lo pedimos sinceramente y con contrición. El Papa Francisco
ha dicho que perdonar es lo que más le gusta hacer a Dios, pues es una manera
de amarnos. A tal extremo llegó su amor, que nos entregó a su Hijo para que
pudiéramos ser perdonados. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la
historia de amor de Dios con el hombre. Además, nos perdona todo, la
misericordia de Dios es infinita.
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