EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

jueves, 11 de mayo de 2017

HOY...

HABLANDO CLARO (I)



Conocido por muchos por sus intervenciones en diferentes espacios de televisión desde hace años, en las que trata de explicar la economía de manera fácil y amena, José María Gay de Liébana (Barcelona, 1953) es doctor en Ciencias Económicas y en Derecho, además de académico numerario de la Real Academia de Doctores. En su día a día imparte clases de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona. En sus ponencias analiza los retos a los que se enfrenta la economía española.

¿Hay alguna razón para el optimismo?

A mí me hace ilusión que el Espanyol entre en la zona europea y ver si el año que viene podemos con la Champions, ese es el optimismo que tengo.

¿Desde el punto de vista económico no hay ninguno?

No, desde el punto de vista económico no, y ahora hablo en serio. Tendría que haber un cambio en el director que tiene la batuta, y como no cambia el director ni cambia la batuta, es lo mismo de siempre. Vamos tirando y ahí están los números. España va dando tumbos, igual que Europa. No veo a nadie que realmente pueda pilotar esto.

No valdría entonces con un cambio de gobierno...

No. El cambio de gobierno tendría que ser un cambio radical, en el que entrase gente que estuviera realmente preparada, que no tenga complejos a nivel político, que sea capaz de sumar, que aporte experiencia y conocimiento. Yo diría que Amancio Ortega, Juan Roig y Víctor Grifols, por ejemplo, serían unos buenos empresarios: no dependen de concesiones ni de contratos con el Estado. Necesitamos gente así, que tenga esta visión, que sepa lo que es llegar a final de mes y no poder pagar las nóminas ni los impuestos. Mientras tengamos en los gobiernos a gente que en su puñetera vida ha trabajado, en el sentido de trabajar en el sector privado, no vamos a ningún lado. Y así, España va entrando en una cierta decadencia. Yo lo veo porque cada día estoy en contacto con chavales de 20 y 22 años, mis alumnos de la facultad, y no hay ninguno que tenga ninguna simpatía por el mapa político actual. Todos están pensando en dar el salto e irse a Londres, a Los Ángeles, a Nueva York, a Australia... Tienen ganas de crecer y aquí no pueden. Y a mí esto me da miedo, porque veo que hay una generación, la de nuestros hijos, que se va a ir, porque este país no tiene oportunidades ni futuro.

¿Y qué nos queda entonces?

Bueno, nos quedaría organizar una santa revolución desde la propia sociedad civil, una revolución en el buen sentido de la palabra. Habría que limpiar esta clase política que tenemos, metiendo menos políticos y más gente efectiva. Vaciaríamos mucho gasto público, porque la industria política es muy cara. Además, hay que destruir el modelo actual de Estado y crear un Estado eficiente, no uno que tenga doscientas mil leyes. Yo doy clases también en la Facultad de Filología y algún año les llevo artículos de la ley del IRPF y no entienden absolutamente nada. Si un filólogo no entiende nada, como para entender un contribuyente lo del Impuesto sobre la Renta. Ahí tenemos que hacer un cambio, un cambio de actitud, del comportamiento de la gente. Yo a los empresarios les doy caña porque aumentó el Impuesto sobre Sociedades y aquí nadie reaccionó, todos consintieron. Y no, tendrían que plantarse y decir que no van a pagar. El pueblo no sabe exigir.

¿El estado de las autonomías es un problema añadido?

Sí, es un problema añadido. Yo soy partidario de que haya un determinado reconocimiento de derechos, pero dentro de una limitación y de un orden. Hemos hecho café para todos, hemos hecho que todo el mundo tenga autonomía, y sin darnos cuenta hemos empezado a clonar el Estado: los consejeros de una comunidad autónoma tienen complejo de ministro, el presidente de una comunidad autónoma tiene complejo de rey... Todos quieren mandar. Las comunidades tienen cada vez más capacidad normativa y para darse importancia cada una va aprobando sus leyes, que chocan con las leyes estatales. Esto es un guirigay tremendo que, entre otras cosas, impide el desarrollo de las empresas. Hay empresas a las que les sale más a cuenta ir al extranjero que establecerse en diferentes comunidades, porque en cada una de ellas hay un régimen legal distinto. El estado de las autonomías hay que mejorarlo. No digo que no haya, pero hay que pensar qué autonomías, dónde, por qué y qué papel tienen. Aguantar todos estos parlamentos, gobiernos y regulaciones autonómicas no nos lleva a ningún lado. Estamos creando unos reinos de taifas y esto es un freno para el desarrollo de España.

¿La última reforma laboral ha sido un fracaso?

Sí, porque cada vez hay más paro. Si las empresas están a favor de esta reforma laboral y no hacen contratos indefinidos es porque tienen incertidumbre y no quieren cargarse de gente para que el día que haga falta prescindir de ella haya que pagar una indemnización astronómica. Yo creo que la indemnización se tiene que modular. Entiendo la posición del trabajador y de los sindicatos, pero entiendo también la posición del empresario. Hay algo claro, y es que las empresas normalmente no prescinden de gente de valía, no es lo general. Yo creo que la reforma laboral flojea, porque es una reforma insegura desde el punto de vista jurídico. Tú dices una cosa y luego los tribunales te lo tumban. Hay una serie de temas que son urgentes y que requieren de la voluntad de todos para conseguir pactos de estado, que son las pensiones, las autonomías o la reforma laboral. Más que estar pendientes de los derechos de cada uno, tenemos que ser capaces de construir un país que vaya hacia adelante. Los que pasa es que lamentablemente muy pocos piensan en el país.
Entrevista
El Norte de Castilla


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