EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

viernes, 12 de mayo de 2017

HOY...

HABLANDO CLARO (II)




Hablando de derechos, ¿cree que es el momento de que suban los salarios?

Yo soy partidario de que suban los salarios, pero hay otra cosa que es la realidad. Por ejemplo, el haber aumentado el 8% el salario mínimo es una animalada. Esto solo lo puede decidir el que no paga sueldos. Yo estoy de acuerdo en que el salario mínimo en España es bajo, pero también estoy de acuerdo en que el salario medio en España está mal, estamos a una distancia brutal de los países de Europa. Por tanto, no se trata solo del salario mínimo sino del salario normal. Yo soy partidario de subir los salarios, porque además me doy cuenta de que hay una merma de poder adquisitivo muy importante para las familias. Mi mujer me dice que va a la peluquería y hay menos gente, va a comprar y hay menos gente, hay una cosa de oferta y hay colas de gente para comprar barato. Es el modelo económico el que no permite aumentar más los salarios, porque es un modelo que no da para más. Las empresas podrían costear salarios más altos si facturasen más, pero para facturar más necesitan tener más ingresos con unos costes mínimos. En España no generamos el valor añadido suficiente y vamos hacia una economía de ‘low cost’, de turismo, de guiris... La industria la hemos dejado de lado. Ahora hay que dar un paso hacia adelante, mirar cómo es el mundo, avanzar tecnológicamente y meterse en la industria 4.0. Estamos desfasados por ejemplo en las redes 5G, que es lo que permite las conexiones del Internet de las cosas y la robótica programada.

¿Qué puede hacer un joven que se haya titulado hace poco y se quiera quedar aquí, que no quiera irse a California?

Yo animo a este joven a que vaya allí, esté un tiempo, se ruede, aprenda, y que luego, con todo lo que ha aprendido, vuelva. Aquí tenemos un desfase entre lo que es el producto universitario y lo que demanda el mercado laboral. Creamos cada año miles de economistas, miles de licenciados en Derecho, miles de ingenieros... Muchas carreras tienen una inflación tremenda. Hemos de saber equilibrar el modelo educativo y el modelo productivo, pero ocurre que estamos emperrados en que nuestro hijo sea economista y nuestro hijo va a encontrar trabajo como oficinista en un hotel o como almacenero en un almacén. No merecía la pena dedicarle la carrera universitaria, el máster y el doctorado a un trabajo que está mal pagado. En cambio, el chaval que tiene un oficio está mejor pagado porque resulta que te arregla la cadena del váter un sábado por la noche. En este asunto hay dos tipos de reacción: el chaval que dice ‘mira, yo trabajo debajo de casa, estoy en un almacén aunque sea licenciado en Literatura Medieval’, y el que dice ‘esto no es para mí, yo tengo una buena formación, me voy en busca de nuevos mundos’. Antes, cuando la gente se iba tenía ganas de volver. Eran conscientes de que se iban a formar, de que allí pasaban unos meses, un año. Hoy, lamentablemente, se van para volver solo de vacaciones, porque aquí no tienen estímulos. Tenemos que construir un modelo productivo y educativo que sea competitivo. Pero luego viene la otra parte: se pide la excelencia, y eso se traduce en aprobar a muchos. Yo entiendo que la excelencia no se logra por aprobar a muchos, sino por suspender a muchos. Te piden aprobados, pero la gente viene con un nivel bajo. Entonces les bajas el nivel del examen y encima dices ‘pobre, que tiene un 4,5’ y lo apruebas. Luego nos encontramos con gente que no está lo suficientemente preparada. Tendríamos que tener una universidad que fuera muy dura en este sentido, en la preparación de la gente.

¿Cuál sería la solución para las pensiones? ¿Por dónde tendrían que ir las próximas reformas?

Hay que alargar la edad de jubilación todo lo que se pueda. Reconozco que el minero o el que está picando piedra a los 50 años se tiene que jubilar, pero luego está el que tiene un trabajo más intelectual. En la universidad nos jubilamos a los 65, pero teóricamente podemos alargar hasta los 70. Yo veo profesores que están en perfectas condiciones y que son un tesoro para la universidad, no solo porque tengan conocimientos sino porque cuentan batallitas, y por las batallitas se aprende mucho. Es una lástima que esta gente se tenga que jubilar, en cursos de máster o en doctorados pueden ser elementos clave. Y esto es trasladable a cualquier empresa. Si hay personas de más de 70 años que están lúcidas y pueden aportar experiencia a las nuevas promociones, dejémoslas trabajar. Sería bueno también buscar algún aliciente para que la gente siguiera trabajando, como que cobraran el sueldo y una parte de la pensión, y además que tuvieran una fiscalidad más barata. Por otro lado, hay que fomentar planes de pensiones privados, aunque el problema es que ahora nadie está en condiciones de aportar. Los trabajadores llegan mal a fin de mes, ¿cómo van a guardar un dinerito? Hay que cambiar el sistema de las pensiones para que cuando uno se incorpore al mundo laboral vaya generando una hucha que sea de él y que el Estado se la gestione. El problema es cómo la dotamos. Las pensiones a mí me preocupan seriamente. Se irán devaluando porque habrá factores correctores a la baja. Este es un problema importante que no se abordó a su tiempo. Con un solo político que hubiera visto las proyecciones demográficas habrían tenido que tomar medidas, lo que pasa es que esta gente no piensa en el futuro, no piensa en el pueblo, no piensa en solucionar los problemas.
Entrevista
El Norte de Castilla

jueves, 11 de mayo de 2017

HOY...

HABLANDO CLARO (I)



Conocido por muchos por sus intervenciones en diferentes espacios de televisión desde hace años, en las que trata de explicar la economía de manera fácil y amena, José María Gay de Liébana (Barcelona, 1953) es doctor en Ciencias Económicas y en Derecho, además de académico numerario de la Real Academia de Doctores. En su día a día imparte clases de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona. En sus ponencias analiza los retos a los que se enfrenta la economía española.

¿Hay alguna razón para el optimismo?

A mí me hace ilusión que el Espanyol entre en la zona europea y ver si el año que viene podemos con la Champions, ese es el optimismo que tengo.

¿Desde el punto de vista económico no hay ninguno?

No, desde el punto de vista económico no, y ahora hablo en serio. Tendría que haber un cambio en el director que tiene la batuta, y como no cambia el director ni cambia la batuta, es lo mismo de siempre. Vamos tirando y ahí están los números. España va dando tumbos, igual que Europa. No veo a nadie que realmente pueda pilotar esto.

No valdría entonces con un cambio de gobierno...

No. El cambio de gobierno tendría que ser un cambio radical, en el que entrase gente que estuviera realmente preparada, que no tenga complejos a nivel político, que sea capaz de sumar, que aporte experiencia y conocimiento. Yo diría que Amancio Ortega, Juan Roig y Víctor Grifols, por ejemplo, serían unos buenos empresarios: no dependen de concesiones ni de contratos con el Estado. Necesitamos gente así, que tenga esta visión, que sepa lo que es llegar a final de mes y no poder pagar las nóminas ni los impuestos. Mientras tengamos en los gobiernos a gente que en su puñetera vida ha trabajado, en el sentido de trabajar en el sector privado, no vamos a ningún lado. Y así, España va entrando en una cierta decadencia. Yo lo veo porque cada día estoy en contacto con chavales de 20 y 22 años, mis alumnos de la facultad, y no hay ninguno que tenga ninguna simpatía por el mapa político actual. Todos están pensando en dar el salto e irse a Londres, a Los Ángeles, a Nueva York, a Australia... Tienen ganas de crecer y aquí no pueden. Y a mí esto me da miedo, porque veo que hay una generación, la de nuestros hijos, que se va a ir, porque este país no tiene oportunidades ni futuro.

¿Y qué nos queda entonces?

Bueno, nos quedaría organizar una santa revolución desde la propia sociedad civil, una revolución en el buen sentido de la palabra. Habría que limpiar esta clase política que tenemos, metiendo menos políticos y más gente efectiva. Vaciaríamos mucho gasto público, porque la industria política es muy cara. Además, hay que destruir el modelo actual de Estado y crear un Estado eficiente, no uno que tenga doscientas mil leyes. Yo doy clases también en la Facultad de Filología y algún año les llevo artículos de la ley del IRPF y no entienden absolutamente nada. Si un filólogo no entiende nada, como para entender un contribuyente lo del Impuesto sobre la Renta. Ahí tenemos que hacer un cambio, un cambio de actitud, del comportamiento de la gente. Yo a los empresarios les doy caña porque aumentó el Impuesto sobre Sociedades y aquí nadie reaccionó, todos consintieron. Y no, tendrían que plantarse y decir que no van a pagar. El pueblo no sabe exigir.

¿El estado de las autonomías es un problema añadido?

Sí, es un problema añadido. Yo soy partidario de que haya un determinado reconocimiento de derechos, pero dentro de una limitación y de un orden. Hemos hecho café para todos, hemos hecho que todo el mundo tenga autonomía, y sin darnos cuenta hemos empezado a clonar el Estado: los consejeros de una comunidad autónoma tienen complejo de ministro, el presidente de una comunidad autónoma tiene complejo de rey... Todos quieren mandar. Las comunidades tienen cada vez más capacidad normativa y para darse importancia cada una va aprobando sus leyes, que chocan con las leyes estatales. Esto es un guirigay tremendo que, entre otras cosas, impide el desarrollo de las empresas. Hay empresas a las que les sale más a cuenta ir al extranjero que establecerse en diferentes comunidades, porque en cada una de ellas hay un régimen legal distinto. El estado de las autonomías hay que mejorarlo. No digo que no haya, pero hay que pensar qué autonomías, dónde, por qué y qué papel tienen. Aguantar todos estos parlamentos, gobiernos y regulaciones autonómicas no nos lleva a ningún lado. Estamos creando unos reinos de taifas y esto es un freno para el desarrollo de España.

¿La última reforma laboral ha sido un fracaso?

Sí, porque cada vez hay más paro. Si las empresas están a favor de esta reforma laboral y no hacen contratos indefinidos es porque tienen incertidumbre y no quieren cargarse de gente para que el día que haga falta prescindir de ella haya que pagar una indemnización astronómica. Yo creo que la indemnización se tiene que modular. Entiendo la posición del trabajador y de los sindicatos, pero entiendo también la posición del empresario. Hay algo claro, y es que las empresas normalmente no prescinden de gente de valía, no es lo general. Yo creo que la reforma laboral flojea, porque es una reforma insegura desde el punto de vista jurídico. Tú dices una cosa y luego los tribunales te lo tumban. Hay una serie de temas que son urgentes y que requieren de la voluntad de todos para conseguir pactos de estado, que son las pensiones, las autonomías o la reforma laboral. Más que estar pendientes de los derechos de cada uno, tenemos que ser capaces de construir un país que vaya hacia adelante. Los que pasa es que lamentablemente muy pocos piensan en el país.
Entrevista
El Norte de Castilla


miércoles, 10 de mayo de 2017

HOY... UNA ENTREVISTA

KINTSUKOROI


¿Qué es el «kintsukoroi»? Pues un antiquísimo arte japonés que consiste en recomponer lo que se ha roto. Pero no pegando los trozos de cualquier manera: los maestros que realizan esta composición rellenan las grietas de oro o plata resaltando de esta manera la reconstrucción, porque una pieza reconstruida es símbolo de fragilidad, fortaleza y belleza.

«Kintsukoroi» (Zenith, 2017) es también el último libro de Tomás Navarro, en el intenta explicar que las heridas emocionales tienen cura y que las cicatrices esconden siempre una enseñanza.

-¿Es posible curar las heridas emocionales?

-Sí, si te empeñas, sí. Si no te esfuerzas, no. Hay gente que tiene el chip de la resignación, de «hemos venido aquí a sufrir y yo padezco y aguanto y no hago nada». Si no haces nada, el centro de tu vida va a girar alrededor de las heridas emocionales. Tu vida y la de los que tienes cerca. Y te vas a atormentar y vas a amargar a todos.

-Pero cuando algo nos hiere, siempre queda una cicatriz y las cicatrices, a veces, duelen.

-Depende, porque la cicatriz lo que te hace es recordar, y lo que hay que hacer es aprender de lo que nos ha hecho esa herida. No hay que recordar el sufrimiento. Cuando mires la marca, no tienes que rememorar el dolor, sino por el contrario, que fuiste capaz de superar ese padecimiento. Te hiciste daño, sufriste mucho, pero no fue en vano, por tanto, es bonito.

-Todos tenemos heridas sin cicatrizar. Nadie está sano del todo.

-Soy psicólogo, me dedico a esto y creo que tengo bastante cicatrizadas mis heridas, pero mañana puedo tener una nueva. Estamos expuestos constantemente a sufrir. El sufrimiento es colateral a la vida y por eso explico lo que hay que hacer cuando se sufre.

Hay gente que se queda marcada para siempre y a la que una lesión emocional puede hasta cambiarle el carácter.

-Cualquier herida o cualquier evento vital nos cambia. No podemos hacer como que no hubiera pasado nada. Cuando creemos o decimos que no nos ha afectado, nos estamos equivocando. Y si somos capaces de aprender algo de las malas experiencias, nos cambia para mejor. Si no somos capaces de aprender nada, nos muda a peor. Ya que no elegimos los cambios, vamos a gestionar el impacto que tienen. Depende de la estrategia de afrontamiento y el significado que le demos a lo que ha ocurrido, creceremos y seremos más fuertes, y nos sabremos capaces de superar adversidades o nos quedaremos anclados en ese sufrimiento. Así, si hay que llorar, se llora, que es bueno, es una emoción necesaria. Vivimos en una época en la que parece que la tristeza es mala y no puedes llorar y tienes que ser feliz sí, o sí. Y todas la emociones son necesarias.

-Las experiencias ajenas no consuelan nada, al revés, molestan.

-La gente con buena intención intenta consolar contándote su propia experiencia, pero las personas no reciben los golpes con el mismo impacto. La intensidad de una emoción, una adversidad o un sufrimiento depende de la vinculación emocional que tengas con lo que te ha provocado esa agitación. Pero la visión de los otros te pude ayudar a guardar la perspectiva. Así, hay que quedarse con la buena fe del que nos intenta consolar, pero puliendo las formas. Con estar al lado, ya basta. Escuchar más que hablar.

-¿Tenemos poca resistencia a la adversidad?

-Tenemos un grave problema a nivel educativo con nuestros hijos. No les instruimos en lo que tienen que aprender, enseñamos cosas que no necesitan. No explicamos como gestionar la adversidad. Por ejemplo, dos leoncitos en la selva, ¿a qué juegan? ¡A morderse! Es lo que se van a encontrar en el futuro, que tendrán que cazar y pelearse y están aprendiendo. Sin embargo, ¿qué se encontrarán nuestros hijos en el futuro? Tendrán infortunios que gestionar, frustraciones y problemas que superar. Y en la actualidad no se lo estamos enseñando.

Pues desde los grupos de What´s App de padres, al excesivo proteccionismo que se lleva ahora, no parece que estemos enseñando a los niños a sufrir mucho...

Es un tema delicado. No hay que hacer todo por ellos, pero tampoco hay que promoverles que sufran. Hemos pasado de un extremo a otro. No es cuestión de decir «no ha hecho los deberes, que se fastidie y que le castiguen». No, es mejor intentarles hacer ver lo que es su responsabilidad y forzar a que ellos mismos se den cuenta de sus deberes. No hace falta que se les castigue, porque son niños y se pueden despistar, igual que un adulto. Podemos acompañarles elegantemente. Lo que no podemos es eliminar cualquier opción a gestionar la adversidad. No hay que vivir todo, hay cosas que con describirlas ya se pueden aprender. No podemos eliminar los problemas de manera artificial, se les pueden quitar piedras de camino, pero no las ramas. Si los niños van superando pequeños retos en su infancia, cuando lleguen problemas mayores, podrán afrontarlos porque se sentirán seguros. Hay que aprender a tomar decisiones.

Hay gente que se lo echa todo a la espalda y finge que no pasa nada, pero por dentro están rotos. ¿Cómo se gestiona esta negación?

-Tenemos unas expectativas irreales de la vida. Castigamos de manera punitiva a quién muestra dolor por cualquier acontecimiento negativo. Lo normal es estar mal y hay que gestionarlo en el momento. Lo que no se gestiona se enquista. Y quizá algún día se infecte...

-¿Sufrimos por adelantado?

Claro. Es el fenómeno dentista: te duele la boca antes de que te hayan hecho nada. Cuando te pinchen ya te dolerá, pero no antes. Cuando ocurre esto llegamos al problema desgastados. Tenemos una energía que dedicamos a gestionar eso que no sabemos si va a ocurrir. Es la gente que llamo del género «Y si»: «y si me despiden, y si me caigo y si me sale mal...». Hay que pensar por probabilidades, no por posibilidades. Posible es todo, pero lo importante es cómo es de probable.

-¿Nos culpabilizamos mucho de lo que pasa y de lo que nos pasa?

Es un mecanismo de control que viene de muy antiguo y es cultural. Si quiero controlar a alguien le hago sentir culpable para que haga lo que yo quiero: «Tu verás, haz lo que quieras, pero atente a las consecuencias». La culpa es una estrategia de coacción que llevamos impresa en nuestro ADN. Tenemos un límite de responsabilidad. Tenemos que identificar aquello sobre lo que podemos cambiar, aceptar lo que no puede ser cambiado y diferenciar una cosa de la otra. Hay que trasformar la culpa en responsabilidad. Hay cosas de las que somos responsables y hay cosas de las que no. Hay que olvidar el concepto de culpa y asumir el de responsabilidad que es más constructivo.

-¿Como se gestiona la culpabilización de los problemas a los elementos externos?

-Analizar los motivos de algo está bien, analizarlos en clave de culpa, no. Hay que desvincular el problema de uno mismo y analizarlo objetivamente. Qué es lo que ha pasado, no lo que creo que ha pasado.

¿Hay que aprender a olvidar?

Sí, porque cuando no olvidas estás atado al problema toda la vida. Duermes, comes, paseas con él... No se pueden borrar las experiencias, pero es que no hay que borrarlas. Todo lo que nos pasa es de utilidad si podemos aprender algo. Los problemas nos permiten crecer.

martes, 9 de mayo de 2017

HOY... UN LIBRO

ENPAREJARTE



Un libro dinámico, lleno de consejos prácticos y escrito con un lenguaje muy cercano por Nacho Tornel, mediador de familia y experto en relaciones de pareja. Hablando sobre los pilares de una buena relación (comunicación, compromiso, respeto y afectividad) el autor muestra los problemas con ejemplos reales de parejas hoy en día. “Estoy tan convencido de que se puede ser inmensamente feliz al lado de otra persona toda tu vida, lo experimento tan intensamente cada día, que no puedo dejar de comunicarlo y tratar de transmitir a quien tengo alrededor que ¡claro que es posible!” 

También considera otras cosas como:

"La sensación de soledad, la falta de comunicación, de afecto, de ilusión, de pasión, de ganas de llegar a casa...pueden llevara una infidelidad"

"Hay que ser ambicioso en la relación de pareja, uno no puede conformarse"

"Hay que poner cabeza ante sentimientos que nos pueden llevara una deslealtad"

lunes, 8 de mayo de 2017

HOY... UNA HISTORIA

PASCAL Y EL ATEO


El gran matemático Pascal discutía con un ateo sobre la existencia de Dios:

-Lleguemos a un acuerdo -le decía- Yo no puedo probar en un laboratorio la existencia de Dios. Pero Ud. tampoco puede probar lo contrario. Tomamos una postura u otra según las evidencias. Estudiemos las posibilidades: "Dios existe" o "Dios no existe". Yo le doy a Ud. la oportunidad de tener un 50% de posibilidades de tener razón y Ud. me concede a mí que tengo razón en otro porcentaje igual. ¿Cuál nos ofrece mayores garantías de acertar?

Después de una vida más o menos prolongada ambos morimos y somos enterrados en el mismo cementerio. Supongamos que el día de la resurrección se descubre que Dios es real. Yo he ganado y Ud. ha perdido nada menos que la eternidad feliz.

Supongamos que no hay resurrección y Dios no existe. Ud. ha ganado, pero no le sirve de nada, porque nos espera la nada: en esta opción Ud. también lo ha perdido todo y yo no he perdido nada. Por este sencillo cálculo de probabilidades, si apuestas por Dios lo ganas todo y si apuestas por la no existencia de Dios no ganas nada. ¡Dios existe! Es no solo una probabilidad matemática, sino una vivencia que hace feliz a quien la tiene.

domingo, 7 de mayo de 2017

HOY... EL EVANGELIO (Jn 10, 1-10)

EL ÚNICO PASTOR


La Iglesia celebra este cuarto domingo de Pascua, el día del Buen Pastor, tradicionalmente llamamos pastores a la jerarquía, sin darnos cuenta, que el trabajo pastoral de la Iglesia, corresponde a todos los bautizados. Y lo que es más importante, el único pastor y Señor de la comunidad cristiana, es Jesucristo. Por eso, la única manera de ejercer la pastoral, es haciéndolo como él la ejerció: como un servicio a la comunidad, ésto queda resaltado en el Evangelio, la lectura de los Hechos y la primera Carta de San Pedro, que proclamamos en este día.
Está claro, que la Iglesia necesita como cualquier organización o grupo humano, un mínimo de organización. Pero en ella, no es la comunidad la que debe estar al servicio de la organización, ni al servicio de la autoridad. Es la autoridad, la que está al servicio de la comunidad, son numerosas las ocasiones, en las que Jesús indica cómo debe ejercerse la autoridad entre nosotros y quizás la más importante, la escuchamos y visualizamos el día de Jueves Santo. No se dan argumentos, sino ejemplo (lavar los pies), nos lo dice muy bien hoy la segunda lectura: “Dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”.
Veamos, cómo entiende el Maestro, los criterios que deben guiar el ejercicio de Pastor: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”. Evidente, como nos dice más adelante: “El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. Hay dos formas de ejercer el ministerio y ejercicio pastoral, en beneficio propio o en el de la comunidad, por eso nos recuerda: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Podrá entrar y salir, pensar, amar, hacer, construir, celebrar… la libertad cristiana, que probablemente no nos ofrece ninguna otra institución. Entrar por la puerta, aunque en otra ocasión nos dirá que es estrecha, es lo que nos da la oportunidad, de desarrollar todas nuestras capacidades, salir de nosotros mismos, superar nuestras inmadureces y poner nuestra vida al servicio de la comunidad. Se trata de entrar en la esfera de Jesús, pero no como ovejas modorras, sino para crecer más y dar como él, más a los demás.
Seguimos con los criterios: “A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera”. El pastor sabe el nombre de cada una, dejamos de ser rebaño, están juntas pero no gregarias, cada una tiene su personalidad. Cuanto tenemos que aprender los pastores, para llegar a aquello que se nos decía; de “oler a oveja”. Si la comunidad es pobre, los pastores deben de estar al lado de los pobres, si es mayor, visitarlos en sus casas y en los hospitales, si es acomodada, suscitar el espíritu crítico desde los valores evangélicos… Escuchar su voz y llamarlos por su nombre, conocerlos en el sentido profundo de la palabra.
Hay un último criterio en el texto: “Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Ir por delante, dar la cara, abrir brecha. El Papa actual, nos habla de que en determinados momentos deberemos ir también detrás, animando a los rezagados y en medio, confundiéndonos con el pueblo de Dios. Siempre acompañando, esto implica también en el acompañado, no tener dependencias o comodidades (mejor que piensen por mí y no cuestionar nada), sabiendo que todos somos acompañantes y acompañados.
Todos tenemos alguna responsabilidad en la guía de los demás, por el hecho de ser bautizados somos: sacerdotes, profetas y reyes. En la eucaristía formamos una misma comunidad, en la que algunos ejercen ciertos ministerios, que no son sino de servicio, pero sabiendo como nos dice la carta de San Pedro, que el Pastor es Jesucristo: “Sus heridas os han curado. Andábais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.
Julio César Rioja, cmf