ABRE LOS SENTIDOS
Escucha
atentamente,
afincado en la realidad siempre,
esos silencios que hablan,
esas voces de angustia y esperanza,
esa sinfonía humana no acabada.
¡No me digas que tus tímpanos
carecen de tal gracia!
Olfatea,
hasta embriagarte,
sus olores y perfumes
de flores y basureros a tu alcance,
de personas con sudor en su frente,
de pueblos, vidas, ideales
haciéndose, muriéndose.
¡No me digas que eres insensible
a náuseas y fragancias!
Palpa
así, suavemente, como sabes,
esas costras y blandas realidades,
esos hermanos con heridas para
besarse,
esas soledades aisladas para no
tocarse,
esas estructuras tan frías para
abrazarse.
¡No me digas que tus yemas táctiles
no sienten ni se estremecen!
Mira
con tus ojos penetrantes, y ve
el inmenso horizonte que existe,
eso que nadie enseña serena y
dignamente,
lo que el mundo esconde de forma
vergonzante,
lo que es deleite o bajar la vista
te hace.
¡No me digas que tus pupilas son
reacias
a las tres cuartas partes de la
realidad existente!
Gusta
sin pensar en precios, pues es
gratis,
todo lo que tienes y se te ofrece:
la vida a raudales, tan patente;
el hambre que no puede masticarse;
esos granos a punto de reventarse.
¡No me digas que tus papilas
no están hechas para tales sabores!
Y si un sexto sentido tienes, como a
veces se dice,
haz que por él penetre lo que es
espíritu de tu vida
y alimento de tu carne y sangre:
las estructuras y detalles
de ese Reino que llora y crece.
¡Todo lo que yo pensé y recreo,
y todo de lo que sois artífices!
¡No me digas que renuncias a lo que
te ofrezco
con amor de Padre y Madre,
o que me he equivocado contigo
en este aventura amante…!
¡No me digas que te escandaliza
la pequeñez del Reino,
mi vida con aire nuevo,
o las consecuencias de tu actuar
profético!
Oh Señor, aquí estoy;
ábreme los sentidos
para escuchar,
olfatear,
palpar,
mirar,
gustar
y vivir como Tú.
Florentino Ulibarri.
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